Las ceremonias del verano

Marta Traba


En 1966, un jurado compuesto por Alejo Carpentier, Mario Benedetti, Manuel Rojas y Juan García Ponce otorgaba el Premio Casa de las Américas a Las ceremonias del verano, de Marta Traba, «por su alta calidad literaria, que considera a la vez los problemas de expresión y estructura; por la constancia de su ritmo poético, la inteligencia para equilibrar las situaciones y el logro de una difícil unidad de composición». Por medio de secuencias fragmentarias que evocan cuatro etapas en la vida de la protagonista, entre sus catorce y sus cuarenta años, y que determinarán su entrada en la adultez y el despliegue de su identidad como mujer, la autora emprende un viaje teñido de ironía, lirismo y

desencanto por los abismos de la subjetividad femenina, en una intensa novela con ecos de James Joyce o Clarice Lispector en la que ya alentaban los elementos e intereses definitorios de su obra posterior. Un pequeño pueblo a las afueras de Buenos Aires, París, Castelgandolfo y una ciudad sin nombre que bien podría ser Bogotá o Nueva York conforman las teselas -independientes, pero no autónomas- de ese vasto mosaico emocional. Siempre con el verano de fondo, asistimos a las transformaciones sucesivas de un personaje que asume el papel de Ulises al tiempo que el de Penélope en sus diversas facetas: la adolescente rebelde, la joven desengañada por la pérdida amorosa, la madre soltera que se debate entre la huida y la autoafirmación y, por último, la mujer en crisis, asendereada y solitaria que contempla el derrumbe de sus mitos y a duras penas encuentra su lugar en un mundo que le ha cerrado las puertas.


ISBN: 978-84-123407-4-7 | Género: Ficción contemporánea | Formato: 135 x 215 mm | Encuadernación: Rústica cosida con solapas | Páginas: 180 | Lanzamiento: septiembre 2021 | Edición: 1ª | Precio: 16 €


Hija de emigrantes gallegos, MARTA TRABA (Buenos Aires, 1930-Mejorada del Campo, 1983) nació y creció en el contexto de la «década infame» y el «peronismo clásico» argentinos, hecho que marcaría sensiblemente su infancia y adolescencia y forjaría el carácter de su juventud, asentada en un fuerte compromiso político. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Buenos Aires, viajando posteriormente a Roma y París para especializarse en Historia del Arte. Se instaló en Colombia en 1954, iniciando una intensa labor como agitadora de la vida cultural de la época, hasta convertirse, en palabras de Elena Poniatowska, en «una figura imprescindible en un país en el que mandaban los militares». Profesora de Historia del Arte en la Universidad de América desde 1956, incursionó muy pronto en la televisión nacional en el empeño de convertir el arte en un bien accesible y atractivo para el público general. Algunos años más tarde, convertida ya en la crítica de arte más respetada del panorama artístico colombiano por sus aportaciones al estudio de dicha disciplina en Latinoamérica, fundaría el Museo de Arte Moderno de Bogotá, todavía en activo. Dejó un legado compuesto por más de veinte volúmenes de historia y crítica de arte, innumerables artículos, una colección de poemas, siete novelas y dos libros de cuentos. De su obra narrativa conviene destacar Las ceremonias del verano (1966, 1981; Firmamento, 2021), Los laberintos insolados (1967), Pasó así (1968), Homérica Latina (1979), Conversación al sur (1981) y En cualquier lugar (1984), esta última publicada póstumamenteFalleció en noviembre de 1983, en Mejorada del Campo, Madrid, en un vuelo con destino a Colombia, adonde viajaba para asistir al I Encuentro de la Cultura Hispanoamericana, invitada por el presidente Belisario Betancur, que algunos meses antes le había otorgado la nacionalidad colombiana.


«Yo soy una muchacha que llora sin parar, en el fondo de un cuarto oscuro»Así comienza «Il Trovatore», primera instancia en este rico ceremonial de estío. En su relato a dos voces (la protagonista se ve alternativamente desde sí misma y desde una prudencial distancia), la autora convierte pasadas tensiones de adolescencia en un provisorio y deliberado presente. En su recorrido por las imágenes de Vicente López (localidad de la provincia de Buenos Aires), se va sintiendo tan separada de sus prójimos como inevitablemente cercana a los objetos que la rodean, llegando a pensar con aprensión que «el mundo perfecto de los tenedores, las copas de cristal, las baldosas blancas y negras, los sillones espesos y blandos, podía ser corrompido, flagelado, destruido». En el segundo capítulo, la protagonista tiene veinte años, vive en una buhardilla de París, la ciudad «más casta del mundo», y tiene acceso a otro tipo de revelaciones: gracias al amor, esta vez el verano es una nueva acepción del paraíso, pero gracias al desamor, el mismo verano se convierte en fatiga, en desintegración, en «una plena ignominia bebida lentamente». El tercer episodio, «La Vermeeriana», es sin duda el más intenso, el mejor resuelto, el que abre un mayor crédito a la capacidad creadora de Marta Traba. En un verano de «Castelgandolfo» irrumpe la muerte y desencadena la angustia, pero el mundo y los seres acaban por defender su derecho a la vida. Por último, en el capítulo abrumadoramente titulado «Pase, vea, entre al laberinto del amor», desde una ciudad innominada la protagonista asiste al ascenso de un verano que flamea dulcemente en su ventana, mientras un hombre, querido y ajeno, respira, y a veces duerme, junto a su «enorme memoria desmenuzada». Desde el pasado, otros veranos concurren a este estío, cada uno con sus peculiares ceremonias y ritos, pero esos dos cuerpos misteriosos y vecinos, esas dos soledades en contacto, no vislumbran la posibilidad de una mutua posesión verdadera. Las ceremonias del verano son, en definitiva, cuatro constancias de amor, cuatro estallidos de lucidez. En las parcelas de nadie, que permanecen intocadas entre uno y otro capítulo, se abren abismos, se adivina el roer del tiempo, paga su altísimo peaje la verdad. Sin embargo, Marta Traba evita conscientemente esa farragosa tentación, para quedarse con sus bien elegidas, sobrecogedoras revelaciones.

     MARIO BENEDETTI, prólogo a la segunda edición de la novela


Nadie debería dejar de leer a Marta Traba, que tiene una privilegiada capacidad para contar el dolor y la pérdida desde un lugar de luz y posibilidad

     TES NEHUÉN, Bestia Lectora


Una indagación, casi stendhaliana, sobre la mirada artística y sobre cómo miramos el mundo a través de las lentes del arte y la lectura

     ANNA Mª IGLESIA, Letra Global, El Español


Una escritora cuya obra merece un reconocimiento a la altura de su calidad literaria. (...) Mezclando las técnicas del relato objetivo y el monólogo interior, con enunciaciones expresivas cercanas a la prosa poética, Las ceremonias del verano son cuatro narraciones cortas escritas desde la angustia, el dolor, la incertidumbre y el desasosiego, de una mujer atrapada en una existencia que no le gusta o para la que no se siente preparada

     FRANCISCO R. PASTORIZA, Faro de Vigo 


Utilizando con maestría técnicas literarias innovadoras en su tiempo, la escritora argentina nos invita a sumergirnos en estas cuatro miradas irónicas e inteligentes, no exentas de poesía y de nostalgia.

     FÉLIX ÁNGEL MORENO RUIZCuadernos del Sur, Diario Córdoba


Muchos escenarios de la novela fueron también escenarios de su vida. Estos saltos espaciotemporales, unidos a la alternancia entre la primera y la tercera persona, suponían un auténtico desafío a la unidad de la narración. Pero Traba salió airosa del intento, y lo hizo, además, sin grandes artificios, impulsada únicamente por la fuerza de su estilo. (...) No se me ocurren muchas novelas que estén a la altura de esta

     REBECA GARCÍA NIETO, Letras Libres

Las ceremonias del verano es una búsqueda de los escondrijos del alma humana

     ALFONSO CALDERÓN, Anales de la Universidad de Chile


Mucho antes de que García Márquez traspasara las fronteras, Marta Traba ya había hecho oír su voz

     ELENA PONIATOWSKA, Revista Hispanoamericana


Una novela de ritmo vertiginoso, donde los recuerdos se entrelazan en el análisis interior

     CRISTINA PERI ROSSI, El Popular


Una crítica sutil de los discursos dominantes de la feminidad

     JEANNE MARIE VAUGHN


Una de las mejores novelas de Marta Traba y de la literatura latinoamericana 

     AMÉLIE LEROUX, Las Furias Cultural Magazine


Toda una joya literaria y psicológica (...). Marta Traba renace

     CRISTIÀ SERRANO, Anika entre Libros


Su estilo es muy compacto, minucioso y envolvente, sensual, apuntalado por largos parágrafos de respiración amplia. Una gozada de escritura, poética, voluptuosa, bien lustrada, a ratos contenida, casi siempre impetuosa, campanillea según engorda su caudal mediante frecuentes meandros digresivos o se encamina hacia ceremonias imaginativas, íntimas, secretas, en pos de la revelación esquiva que pide desenlace. (...) Que, de una manera increíble, se haya producido un retroceso en el uso de técnicas experimentales a fin de impulsar el significado hasta desembocar en el panorama actual en nuestro idioma, tan plano, ajeno por completo a los avances novelísticos de hace aproximadamente un siglo, justificaría, al margen de su calidad literaria, su reedición por parte de Firmamento

     FERMÍN HERRERO, El Norte de Castilla


[Marta Traba] fue un espíritu profundamente crítico que se ocupó de los problemas de la mujer. (...) La mujer -una mujer- es aquí hilo conductor y parte de la materia narrativa (...). La narradora protagonista, audaz e iconoclasta, rebelde y desafiante, rupturista, en cuya voz ensaya la escritora, con fuerza y brillantez, el monólogo interior dislocado, alcanza aquí momentos muy conseguidos. (...) Una novela para lectores ya forjados y que puede ser buena piedra de toque para madurar en el oficio de leer

     LUIS ALONSO GIRGADO, El Correo Gallego


Un viaje interior y exterior fascinante 

     ISRAEL PAREDES, Revista de Letras