Julieta Pinto, matriarca de las letras costarricenses por derecho propio, es asimismo una de las autoras mayores de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Su obra narrativa abunda libro a libro en la denuncia cívica de una sociedad en crisis. Si en La estación que sigue al verano cuestionaba los falsos valores de la burguesía costarricense, y en Tierra de espejismos incursionaba en los problemas cotidianos de los trabajadores del campo, en El despertar de Lázaro (1994; 2003; Firmamento, 2021) reescribe uno de los mitos fundadores de la cristiandad para brindarnos una historia memorable sobre el aniquilamiento del ser humano y el desgarro de la separación. Su estilo culto y refinado, sobrio en la expresión y acerado en la elección de temas y motivos, aborda el ejercicio de la escritura desde una óptica universalista.

Nacida en San José, Costa Rica, en 1921, viajará a Francia tras licenciarse en Filología para realizar un doctorado en Sociología de la Literatura en la Universidad de la Sorbona, viéndose obligada a abandonarlo para cuidar de su hijo, gravemente enfermo. Ejercerá la docencia, primero en la Universidad de Costa Rica y más tarde en la Universidad Nacional, de cuya Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje será cofundadora y primera directora, desempeñando asimismo importantes cargos en la administración pública, y especialmente en entidades vinculadas con la promoción y el desarrollo social, como el Patronato Nacional de la Infancia y el Instituto Mixto de Ayuda Social de Costa Rica, desde donde canalizará sus preocupaciones sociales en torno a los sectores campesinos y urbanos más desfavorecidos. Con una clara conciencia de esos aspectos de la realidad nacional, Pinto es una observadora sagaz e inconformista acerca de los problemas de su país. Desde una nueva perspectiva política y social, sus primeros libros intentan asimilar las nuevas técnicas de la narrativa actual iniciando un proceso de ruptura con las formas tradicionales que se evidenciará más tarde en toda su obra. Su participación en todos los acontecimientos literarios del país centroamericano ha sido decisiva, sobre todo en aquellos en los que era primordial la promoción de las escritoras costarricenses y de la literatura escrita por mujeres. Su trayectoria literaria la ha hecho merecedora del Premio Nacional «Aquileo J. Echeverría», en las ramas de cuento y novela, y del Premio de Cultura «Magón», el más alto reconocimiento literario que concede el país centroamericano. Asimismo, ha sido miembro de número a la Academia Costarricense de la Lengua desde 1992 hasta 2012. En su riquísima y variada producción narrativa, sobresale por igual el cultivo del relato breve y la novela extensa, cuya prosa destila la sobriedad y la elegancia de un estilo refractario a la ostentación. Ha publicado más de una treintena de libros, entre los que conviene destacar los volúmenes de cuentos Cuentos de la tierra (1963), Si se oyera el silencio (1967), Los marginados (1970), A la vuelta de la esquina (1975), Abrir los ojos (1982) o Detrás del espejo (2000), y las novelas La estación que sigue al verano (1969), El sermón de lo cotidiano (1977), El eco de los pasos (1979), Entre el sol y la neblina (1987), Tierra de espejismos (1991), El despertar de Lázaro (1994) o El lenguaje de la lluvia (2002). Su obra narrativa abarca asimismo la literatura infantil y juvenil, con libros destacados como David (1979), La lagartija de la panza color musgo (1986), Entre el sol y la neblina (1987), Historias de Navidad en línea (1988), El niño que vivía en dos casas (2002).


El despertar de Lázaro

ISBN: 978-84-123407-2-3
Género: Narrativa
Formato: 135 x 215 cm
Encuadernación: Rústica cosida
Páginas: 112
Lanzamiento: mayo 2021
Edición: 2ª
Precio: 15 €

Su escritura es al tiempo desnuda, poética, crispada, esencial. De ahí la brevedad de esta novela, cuya tensión interna no admite desvíos

     SELENA MILLARES, Anales de literatura hispanoamericana